El ladrillo ya tiene quien le escriba (2024)

Hasta ahora y que yo sepa al ladrillo, ese paralelepípedo rectangular hecho generalmente de arcilla, no le han dedicado ningún escrito loable, enjundioso, o poético, y sin embargo creo que se lo merece, y mucho.

Es cierto que al ladrillo los poetas o cantores famosos no le han dado cabida en versos como lo hiciera el enorme Miguel Hernández con la grácil alondra o a la lagrimífera cebolla en su maravillosa nana dedicada a su pequeño hijo en la cuna del hambre. Ni lo han hecho famoso un Gabo como con el gallo del coronel que no lo quería vender ni a tiros, o Juan Rulfo y aquel gallo de oro que daba tantas riquezas a su dueño y que al morir lo arruinó.

El ladrillo no tiene el ágil movimiento del simpático delfín o la agreste belleza desafiante de la iguana salvaje de nuestros campos, no se le saca untuosa manteca por más que se le exprima, ni alberga codiciosas pepitas de oro en su interior, pero para los humanos tiene un importancia extraordinaria y sin embargo y a mi entender no se la reconocemos ni se la retribuimos debidamente.

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Que sepamos el debido homenaje solo existe en Miami en la zona denominada Brickell en que se asientan cien empresas poderosas y más de ocho mil viviendas de alto nivel y su calle principal es la famosa Brickell Avenue.

Aquí, a cualquier político mediocre que hasta nos ha defraudado o robado le dedicamos una calle, una plaza o una larga avenida pero somos cicateros, parcos, escasos, con el ladrillo y es hora de otorgarle su verdadero valor.

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Hace nada menos que nueve mil años los habitantes de Jericó ya lo utilizaban en sus construcciones y durante ese larguísimo tiempo ha venido desempeñando un gran aporte para múltiples civilizaciones. El ladrillo ha desarrollado imperios, ha creado culturas.

En la película Ben Hur, Charlton Heston es castigado por la despechada reina egipcia a fabricar ladrillos con otros esclavos pateando y mezclando fango y paja para obtener mayor resistencia una vez secados al fuerte calor del sol o del fuego.

Es el elemento base de las construcciones en casi todos los países y rodea nuestras vidas entre las paredes que nos guarecen, ocultan y protegen. A veces no los vemos porque están cubiertos púdicamente de yeso o cemento, pero ellos están ahí, quietos y silentes oyendo las conversaciones o aislando nuestros procelosos pensamientos y en otras ocasiones son desnudos testigos directos de nuestros actos de la vida cotidiana o del trabajo

Cuántas cosas no contaría un ladrillo si tuvieran algún cromosoma parlante del loro o la lengua imparable del chismoso o chismosa de barrio y ahora de condominio, cosa que puede parecer difícil pero posible, pues algo o mucho de humano podría tener el ladrillo al compartir con el hombre sus orígenes bíblicos del barro creador de vida.

No es justo que a las personas muy torpes se les diga que son unos ladrillos, eso es un insulto, un improperio, un despropósito. Es cierto que el ladrillo no está hecho para pensar al igual que el corcho o tantas personas que deambulan por nuestras calles o funcionarios que dicen gobernarnos, está elaborado para soportar cargas pesadas tongada tras tongada, para protegernos de los elementos, del inclemente frío, del abrasador calor, del impertinente y despeinador viento, de la lluvia griposa, el granizo mata cosechas o la resbaladiza nieve, y sobre todo para sentir la calidez y la intimidad del hogar.

Decora el tosco hormigón o la horrible pared mal cuadrada y es un bello remate en muchos elementos de decoración, y solo se mueve si lo derriban de manera voluntaria o por un furioso sismo. Un ladrillo puede durar años, siglos, o milenios, cumpliendo su silente y noble misión.

Se le utiliza en casi todas los países del mundo. En la África rural predomina las chozas hechas de madera, la cana y la bosta del ganado como cemento aglutinador en las fachadas, pero en las grandes ciudades de ese continente el ladrillo está presente en los edificios y convive cuando puede con el cartón y las planchas de zinc de sus inmensos barrios pobres.

Hay países que son más ladrilleros que otros, por ejemplo Inglaterra, a los británicos les fascina, lo utilizan de mil maneras, formas y colores, son curiosos los barrios de trabajadores que salen en las películas, casas adosadas como hermanas siamesas hechas de ladrillos rojos desde los cimientos hasta las chimeneas. Hay fascinantes edificios y fachadas por todo ese país. Ladrillo y más ladrillo. Y hay que remarcar el oficio de alta albañilería que se debe tener para lograr trabajos tan bellos que pasan a ser verdaderas obras de arte. Cuando el primer ministro o ministra de esa país entra o sale de su casa oficial o da declaraciones en el frente, destaca la fachada curiosa e impactante hecha de ladrillos negros.

Aquí, en nuestro amado patio y al igual que en otras zonas calurosas predomina el block, más aislante, más resistente a huracanes y ciclones, de mayor superficie por unidad, y más fácil de colocar que el ladrillo, no obstante también tenemos alfarerías que lo producen y los arquitectos e ingenieros lo emplean con frecuencia para rematar o embellecer sus construcciones.

Bien, yo quiero dejar manifiesta mi admiración por el ladrillo dedicándole una poesía, tal vez la única que se le ha hecho en la vida, y si alguna vez se la recoge en algún documento histórico sobre la versificación poética, espero que mi nombre quede justamente resaltado. Ahí va:

Silente y resignado
Está el quieto ladrillo
Pero feliz y contento
Como un chiquillo

Trabaja Obediente
Manso sin mostrar
Ni un solo colmillo

Protege, cuida, y
Al hombre enriquece
Con su obrar sencillo

Ladrillo, ladrillo
Mereces la música
Pristina y rural
Del dulce caramillo

Tu vida es resignada
Tongada tras tongada
Estática y apretada

Y de la construcción
Del arquitecto y albañil
Eres su fiel monaguillo

Eres el olvidado
De Saba, Raúl Bartolomé
Y Efraím Castillo

Pero tienes en mí
Un fiel y sincero
Amiguillo.

¿Qué les parece? Si creen que es fácil de hacer una ladrillipoesía traten de componerla. Además ustedes saben que soy un famoso no poeta. ¡ah…la fama, la fama!

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